Falla y Landowska en una aventura quijotesca

Hoy compartimos una palabras del clavecinista Diego Ares sobre la relevancia de El retablo de maese Pedro y el Concerto de Manuel de Falla en el rescate del clavicémbalo en el siglo XX.

Diego es el solista que interpretará ambas obras en la próxima función del 25 de junio. Joven, brillante y generoso, nos ha permitido compartir este texto que escribió el año pasado. Hablando con él en estos días de ensayos, decíamos que nos resultaba revelador constatar que algo similar a lo que ocurrió con El retablo y el clave, pasó con esta obra y los títeres… ¡Infinito Retablo!

Un dato curioso: el clavicémbalo que tocará Ares es uno de tres teclados que perteneció a Rafael Puyana. Este clavecinista colombiano fue discípulo de Wanda Landowska, por lo que la energía de ella estará un poco con nosotros el próximo martes también. El instrumento es hermosísimo y será la primera vez que se escuche en Granada. Recientemente integró la colección del Archivo Manuel de Falla.

Diego Ares

Que los gustos cambian y que la moda del momento se impone, nadie lo duda. Cuando el famoso constructor de claves Pascal Taskin comenzó a fabricar pianofortes a finales del siglo XVIII, el clavecinista Balbastre sentenció que «ese novato nunca remplazaría al majestuoso clavecín»… ¡Ironías de la vida! El clave estaba destinado a abandonar el mundo musical para adentrarse en el mundo de la Historia, el de los museos, el de los coleccionistas…
Pero los gustos cambian y a finales del siglo XIX las casas más importantes de pianos francesas volvieron la vista atrás para reconstruir los olvidados clavicémbalos. El príncipe de los instrumentos comenzaba a despertarse tras un largo sueño. Cuando en 1900 la jovencísima pianista y compositora polaca Wanda Landowska llegó a París, su amor por el clave y su literatura consiguió lo que pocos habían sospechado: el clave volvía a los escenarios, volvía al ruedo.
A pesar de los heroicos esfuerzos de Wanda, el clave seguía siendo una reminiscencia del pasado, una reliquia, o lo que es peor, un vejestorio. El mundo musical tenía que aceptarlo, entenderlo y lo que era imprescindible: destinarle repertorio contemporáneo.
Los grandes Debussy y Ravel tuvieron en mente incluir el clave en alguna obra, otros como Massenet, Thomé o Delius llegaron a escribir para él pero utilizándolo únicamente como souvenir de una época pasada, lejana. ¿Para quién quedaría reservada la valerosa hazaña de darle una nueva vida, una segunda oportunidad?
Miguel de Cervantes nunca habría sospechado que a su Caballero de la Triste Figura le quedaba todavía una importante aventura por realizar: incitar a un compositor genial a volcarse en la recuperación del clave como instrumento contemporáneo. Ese compositor no fue otro que Manuel de Falla, quien, habiendo decidido poner en música un fragmento del Quijote, tuvo la acertada idea de incorporarlo por primera vez a una orquesta moderna. Wanda, enterada del proyecto, se involucró en él por completo mostrándole las múltiples y admirables posibilidades del ancestral instrumento.
Así, en El retablo de maese Pedro corren sueños paralelos: el de Don Quijote por resucitar la Caballería Andante, y el de Landowska por resucitar el clavicémbalo. El compositor F. Poulenc nos muestra la felicidad de Wanda durante los ensayos del Retablo:
De hecho, Wanda estaba desternillante. Decía: «¡por fin, por fin no me tratáis más como una vieja! Todos los músicos aquí presentes tienen que escribir para mí, pues el clave no es una pieza de museo. »
El éxito del Retablo fue mayúsculo y el sueño de Wanda cumplido: pronto llegarían el Concerto de de Manuel de Falla y el Concert Champêtre de Francis Poulenc, obras pioneras de un nuevo y excitante repertorio para clave.
Sólo así, gracias a la genialidad de D. Manuel y de Wanda, D. Quijote pudo resucitar a esta peculiar Altisidora evitándole penitencias al sufrido Sancho Panza.

Diego Ares
Basilea, 5 de mayo de 2012