La escenifciación del

Concerto para clave

Hace algunos días comentábamos sobre el Concerto de Falla, que se interpreta a modo de obertura, antes de nuestro Retablo. ¿Pero qué sucede escénicamente durante estos 15 minutos de intensa música?

Cuando los espectadores entran a la sala creen ver el típico telón de boca rojo, habitual en los teatros. Pero se trata de una proyección, ya que se comienza a jugar con la percepción del espectador, a «confundirle», a trastocar los límites entre realidad y ficción.

Retablo Beaux Arts

 El primer movimiento del Concerto transcurre con el telón rojo cerrado. Con los primeros acordes del segundo, unas grandes manos (a la escala de la pantalla, de 12 metros de ancho) lo abren y detrás de este comienzan a verse sombras un tanto abstractas.

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Al comienzo no queda claro de qué se trata, solo se ven sombras y movimientos muy rápidos. Las sombras comienzan a definirse poco a poco y reconocemos los objetos que aparecen: un carro, farolillos, herramientas, alambres, cuerdas, campanilla, velas, manos que trabajan con prisa… Es una escena de teatro de sombras, pero no se hace en directo sino que se proyecta en vídeo.

En el tercer movimiento estas manos apuradas cogen objetos que son claramente parte de un decorado teatral (se reconocen unas vigas y columnas que nos remiten a una venta manchega) comienzan a montar un teatrillo, colocan títeres, desenredan hilos, y poco a poco las siluetas  merodean por esa otra escena recreada, la del retablito de sombras.

Una de ellas, con un mono en el hombro y campanilla, enciende unas velas,  llama a los demás. Se trata de Maese Pedro, a punto de empezar su función. Cuando todos han tomado su sitio, una luz detrás de la gran pantalla entra y nos desvela a los mismos personajes, en las mismas posiciones, ahora con volúmen y a gran formato. El vídeo se funde suavamente al tiempo que la gran pantalla blanca baja con el sonido de una flauta del pregón de Maese Pedro ¡Comienza el retablo de la libertad de Melisendra!

13 sombras

Con estas imágenes se quería mostrar esos momentos previos a una representación, el nervio de los preparativos. ¿Es Maese Pedro quién se prepara, son los titiriteros de Etcétera antes de la función colocando sus cosas, es teatro de sombras o una proyección? Era otro juego de Lanz para «perturbar» buenamente la percepción del espectador y marcar un gran contraste con lo que vendría después.

Esta escena de teatro de sombras fue construida por el titiritero francés Éric Deniaud y filmada por Enrique Lanz.

La brillante investigadora italiana Brunella Eruli escribió un hermoso texto a partir de sus impresiones con estas imágenes de nuestro espectáculo. Aquí compartimos un fragmento:

¡Abajo el telón!

A menudo en un espectáculo, entre el conjunto de imágenes hay una que resume las intenciones, el significado y las opciones estéticas del autor. Para el espectador es con frecuencia una imagen concreta la que, con la evidencia de los sueños o las pesadillas, despierta realidades emocionales misteriosamente entrelazadas. De El retablo de maese Pedro de la compañía Etcétera, recuerdo en especial la imagen de la apertura del telón y su destrucción final.
Al principio, la orquesta toca el Concerto de Falla. Un lenguaje sin palabras  prepara al público para una primera visión que anuncia el inicio del espectáculo y fusiona con el  tema de la obra: el gran telón del teatro, en realidad una imagen proyectada, es abierto por las manos del señor del artificio, un gran titiritero invisible. Aunque algunos sepamos que se trata de las manos de Enrique Lanz, el director de escena, no cambia el sentido de esa presencia misteriosa y demiúrgica; más bien esta adquiere para toda una generación un sutil matiz de afectuosa participación e ironía autoconsciente, en  las generosas utopías  quijotescas.
Impulsado por la música, el público se encuentra en la misma condición que las personas expectantes en la antigua caverna platónica, donde las sombras proyectadas en la pared por los dioses, eran percibidas como formas de verdad. ¿La apertura de ese telón es, pues, una promesa de la verdad? ¿Se desvelará finalmente la verdadera consistencia y el auténtico significado del mundo real? ¿La apertura del telón señala el final de la ficción o su inicio? ¿Comprenderemos la diferencia entre la ilusión y la realidad?
(…)
Es un momento. El telón protege al espacio deseado y misterioso del sueño, de la contaminación con la realidad y los desastres previsibles causados por encuentros intempestivos. Este momento de gran intensidad  condensa la metáfora de la grandeza y de  los límites, aceptados, del teatro, pero también señala cuan difíciles e inalcanzables son los sueños.
Tenemos acceso a mensajes del mundo de los sueños a través de la ficción teatral, que los traduce y adapta a nuestra capacidad subjetiva para ver y comprender el lenguaje de las emociones, lenguaje que siempre nos parece familiar aunque sea aún desconocido. Para el espectador el telón actúa como un límite, pero también como una advertencia de la existencia de límites  imposibles de superar. Nos recuerda además la presencia de un lenguaje interior que habla de las emociones como si se tratasen de un regalo de bienvenida, de una oportunidad única para el conocimiento.